Cuatro días trotando por la mitad septentrional de Portugal han vuelto a confirmar lo bien que se está cuando se visita ese país...
Empiezo por el único punto negro. La excusa inicial que puso la semilla de este viaje se fue a pique: lesión en una pierna de uno de los componentes de Depeche Mode, y concierto cancelado. Cabreo y frustración, pero bueno, se pudo aprovechar y patear más.

La
tournée comenzó en Oporto, que nos encantó a todos. Es una ciudad vieja, en ciertas zonas marchita, pero no ha sido derrotada por la fiebre urbanística y conserva sus casas viejas, callejas empedradas y suciedad de los tiempos en que era un puerto (
Porto) de vinateros, entre otras cosas. Rezuma vida por todos sus barrios, lo cual es de agradecer (está uno hastiado de ciertas ciudades-museo...). El plan B del anulado concierto fue una bodeguita con degustación de
vinho de Porto bastante reconfortante. Ah, el vino de Oporto...

Tras Oporto llegó en un día el pack "norteño": Guimarães y Braga. Guimarães conserva aún un casco viejo y una serie de placitas muy chulas, además de un palecete-fortaleza que se construyeron unos nobles (sin darse importancia) y de un semiderruido pero contundente castillito. Braga casi agota por su densidad de iglesias-palacios-casetos barrocos: cada dos pasos te encuentras un edificio de piedra y cal... Eso sí, a las afueras tienen una preciosa iglesia, la de Bom Jesus, con unas escaleras decoradas con estatuas muy recomendables, y unas vistas panorámicas de toda la ciudad.
La siguiente jornada nos llevó a Aveiro. Muy poca cosa para la denominada "Venecia portuguesa" (2 canales y cuatro casas chulas). Nuestro alojamiento estaba en Costa Nova, una de las playas a pocos km. de Aveiro. Bonito paseo de casas pintadas, y una playa bastante grande y no muy concurrida, que nos permitió ver una preciosa puesta de sol sobre el Atlántico.
Ya de vuelta, hicimos una pequeña escala en Guarda (catedral y poco más), y una paradita en terreno patrio: Ciudad Rodrigo (a veces uno tiene que sacar su charrismo a florecer, coño).
No puedo dejar de lado lo bien que se come por Portugal: el exquisito y sempiterno
bacalhau, el delicioso y refrescante
vinho verde, la extensa pastelería portuguesa y el glorioso café. Difícil lo tendrá el café italiano cuando lo pruebe
in situ para superar al portugués...
Para variar, os dejo un
enlace con las fotos.